(cómo trazar metas que realmente te lleven a crear la vida que quieres)
Me encanta cocinar. De hecho, algunas de las entradas en este blog no son más que recetas.
Dentro de la cocina, hay platillos de todo tipo: están los más sencillos, como un plato de cereal con leche; los más o menos elaborados, como unas enchiladas suizas; los que pueden llegar a intimidar por su complejidad, como un buen mole poblano; y los que están hechos para apantallar en restaurantes, como el filete Wellington.
Pero también hay recetas que desafían categorías de complejidad, es decir, que son muy sencillas pero que tienen el sabor y la satisfacción de algo salido de una cocina con estrellas Michelin. Para mí, una de las más características, es un buen plato de ramen, los fideos orientales. Preparar ramen es quizás una de las cosas más fáciles que puedes hacer en una cocina. Pero si lo haces con esmero y dedicación, el resultado es pura magia en el paladar…
Por eso elegí este humilde platillo como una especie de metáfora para ilustrar la manera más efectiva que conozco para trazar metas en la vida.
¿Qué quieres crear en tu vida? La pregunta es, creo, pertinente en estos tiempos en que todo está de cabeza y para muchos de nosotros, los planes que hemos venido trazando a mediano y largo plazo están en el aire, quizás más lejanos que nunca antes.
¿Qué quieres crear en tu vida? ¿Para qué estás aquí?
Son preguntas que, si lo piensas demasiado, terminan por intimidar, ¿cierto?
No desesperes. Hay una manera muy sencilla para trazar metas, sin que tengas que abrumarte, pero produciendo resultados reales, satisfactorios y, claro, sabrosos.
Es como hacer ramen.
En la medida en que vayas agarrando experiencia en el trazado de metas sencillas al inicio, podrás ir abordando poco a poco temas y proyectos más complejos.
Primero que nada, ponte un plazo. Un lapso definido y claro. Digamos… tres meses. ¿Qué quieres haber creado en tu vida dentro de tres meses?
Y recuerda: R.A.M.E.N. Que así sean tus metas para estos tres meses.
Retadoras
Busca metas que realmente signifiquen un paso hacia adelante en tu vida. Elige lo incómodo, lo que exige de ti que te salgas de ese mullido sillón y te pongas a hacer algo. Si tu meta es terminar de ver todas las series de Netflix de aquí a que acabe la cuarentena, quizás estás permitiéndole a tu iceberg elegir por ti desde la comodidad y la resistencia.
Aterrizadas
Es decir, tampoco te vayas por las nubes. Por poner un ejemplo zonzo, irte a fundar una colonia en Marte quizás no sea una meta muy aterrizada, que digamos. Ahora, ojo: no uses el “aterrizado” para sabotear el “retador”: hay un balance entre ambos conceptos, que es diferente para cada uno de nosotros. Es tu tarea encontrar ese balance para ti.
Medibles
Cada meta debe tener una especie de parámetro de medición, algo que te permita saber cuándo la cumpliste. Si tu meta es bajar de peso, ¡perfecto! ¿Cuántos kilos? Si es aprender un idioma, ¡adelante! ¿Qué idioma, y cuánto habrás avanzado en tres meses? Busca ser claro con tus resultados: que se puedan ver, que se puedan medir.
Específicas
Sé específico con lo que quieres. Muchas veces, cuando nos damos la tarea de diseñar y crear nuestro futuro, el iceberg desde su resistencia tratará de evitar que seas específico. “¿Qué quieres?” “Ser feliz.” Por supuesto que quieres ser feliz, pero eso no es una meta. Es un deseo. ¿Cómo es la felicidad para ti? A lo mejor, se trata de comprarte un coche nuevo. A lo mejor, se trata de casarte (o divorciarte). A lo mejor, se trata de independizarte y poner tu propia empresa. Sé específico con tus metas. Sólo así podrán ser medibles (el punto anterior).
Nuevas
Es decir, busca que tus metas tengan que ver con lo que todavía no es una realidad para ti. Que implique crear algo que esté fuera de tu zona de confort. Volviendo al ejemplo de arriba: ver todas las series de Netflix, muy probablemente sea algo que de por sí ya estás haciendo. Así que no cuenta como una meta nueva…
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