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Entre Trapecios

Foto del escritor: piroquinesispiroquinesis

En el curso de mi formación como entrenador y conferencista, he podido interactuar con cientos, quizás miles de personas, para apoyarlos a iniciar el arduo trabajo de hundir sus propios icebergs.

En la vida, siempre estamos "entre trapecios"...
En la vida, siempre estamos "entre trapecios"...

El "iceberg", esa parte de nuestra mente que está programada para detectar y evitar el peligro, es la razón por la que tenemos la capacidad de sobrevivir. Para mantenernos a salvo, usa todo el aprendizaje que empezamos a acumular desde el momento en que nacemos, pero que nuestra parte consciente ha olvidado (¡y qué bueno, imagínate cómo sería tu vida si te acordaras de absolutamente todo!). Es gracias al iceberg que sabemos que el fuego quema y que un perro con espuma en el hocico es buen motivo para echarse a correr.

Es una máquina maravillosa que ha ido evolucionando a lo largo de cientos de miles de años, que está acostumbrada a operar de manera automática e instantánea, y su función principal es muy sencilla: salvarnos la vida.

Por lo tanto, le tiene una resistencia bárbara al cambio.

Porque cuando algo deja de ser como nuestro iceberg quiere que sea, de inmediato se disparan las alarmas: ¡peligro! ¡peligro! Es lo que pasa, por ejemplo, cuando tiembla: en el momento en que la tierra empieza a moverse, nuestro iceberg libera generosas dotaciones de adrenalina para ponernos en alerta, para movernos hacia donde no haya peligro de que nos caiga encima un árbol o un edificio. Y tan pronto pasa el temblor, el iceberg busca la manera más efectiva de volver a "la normalidad" de la manera más rápida posible.

¿Cómo crees que está tu iceberg en estos días, con la creciente pandemia?

Sí. Aterrado.

 

Algo que nuestro iceberg nunca ha querido entender, a pesar de que es una verdad ineludible de la vida, es que el cambio es lo único permanente. Siempre habrá temblores. Epidemias. Incendios. Huracanes. Pero también siempre habrá amaneceres tomados de la mano. Nacimientos. Logros y planes que se cumplen. Y así como tenemos que estar preparados para los cambios repentinos que nos sacan de golpe de nuestra zona de confort, necesitamos estar dispuestos a crear los cambios que nuestra vida necesita para llevarla a un nuevo nivel.

Pero para el iceberg, no puede haber nada más aberrante que soltar algo seguro, estable, y buscar la incertidumbre de otra cosa, aunque esa otra cosa parezca mucho mejor. "Más vale malo por conocido que bueno por conocer". Esa sensación es como estar entre trapecios: flotando en el aire luego de soltar la barra donde estábamos, con la esperanza de que otra barra o un par de brazos estarán ahí para cacharnos e impedir que caigamos al abismo.

Es una sensación sumamente incómoda para nuestro iceberg, porque va en contra de todo el esquema de vida estática, segura, protegida y defendible que quiere armar para nosotros. ¿Pero qué crees? Entregarnos al cambio, abrazarlo, es la mejor manera --si no es que la única-- que tenemos los seres humanos para crecer, para crear, para lograr.

El miedo provoca en nuestro cuerpo una sensación física muy claramente definida, a través de la liberación de adrenalina y otras hormonas: pulso acelerado, sudor frío, piel de gallina, revoloteo en el estómago, respiración entrecortada, etc. Es exactamente la misma sensación física que provoca la excitación y anticipación de algo (como lo que sienten los novios momentos antes de casarse, por ejemplo). Es la respuesta biológica de nuestro cuerpo ante el Cambio. La diferencia radica en quién interpreta ese cambio y cómo lo hace.

Para tu iceberg, cualquier cambio siempre será una fuente de peligro, algo que hay que evitar a toda costa. Un novio que se arrepiente en el último momento le está cediendo su poder a su iceberg, a través de la interpretación "miedo". Y sí, todos los cambios, sin importar su magnitud, generan una reacción proporcional de miedo en nuestro iceberg.

En cambio, nosotros, es decir, nuestro yo consciente, podemos interpretarlo de manera distinta: podemos convertirlo en Oportunidad.

 

Es así de sencillo: la diferencia entre un peligro y una oportunidad es solamente una de interpretación.

Nota que dije "así de sencillo". Porque no es complicado explicarlo. Pero implementarlo en la vida real... ése es otro boleto. Sí, podrá ser sencillo, pero no es nada fácil.

Volviendo al ejemplo de la pandemia del COVID-19: si nuestro iceberg pudiera, nos enterraría en una fosa y nos prohibiría respirar hasta que pase la crisis. Y luego, a ver cómo hacerle para que las cosas vuelvan a ser como antes. Y sí, podemos ceder a ese miedo y ver cómo nos va...

O podemos reinterpretar este cambio tan drástico en nuestro planeta como una oportunidad. ¿Oportunidad para qué? Eso dependerá de cada uno de nosotros. Puede ser una oportunidad para notar que a lo mejor no estamos tan cerca de nuestros seres queridos como podríamos estarlo. O para modificar nuestro estilo de vida y ser empáticos con nuestros vecinos y semejantes. O para participar activamente en la organización del mundo que vendrá después del virus (que, dicho sea de paso, no volverá a ser el que era antes) para que sea uno mejor.

No lo sé. No sé cuál sea tu oportunidad. Sólo sé que, si dejas que tu iceberg decida por ti y te encierre en tus miedos, te la vas a perder.

El Cambio es lo único permanente. Siempre estarás entre trapecios. Puedes dejarte caer al abismo del miedo. O puedes volar hacia la barra o los brazos que te esperan.

La elección es tuya. ¿Qué eliges?

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