Hoy, 21 de diciembre de 2021, en el hemisferio norte tendremos el solsticio de invierno, la noche más larga de un año que ha parecido ser, él mismo, una especie de larga noche…
Etimológicamente, “solsticio” quiere decir “sol inmóvil”: es el momento en el que el sol, la luz, llega al final de su viaje.
Durante el solsticio, Perséfone (a la que nos encontramos la semana pasada) asume el trono del inframundo y se convierte, durante los meses del invierno, en la reina de la muerte. Mientras tanto, nosotros estamos aquí arriba. La mayoría, abrigándonos contra el frío, muchos, padeciendo las gripes estacionales, algunos (demasiados) sufriendo bajo una pandemia que nos ve arrogantes y estúpidos y nos lanza variante tras variante para recordarnos que, si no fuera por el tan humano egoísmo y la tan humana propensión a creer pendejadas, ya la habríamos vencido.
En Japón, Amaterasu, la diosa del sol, se esconde en una cueva, ofendida por un pleito con otro dios, sumiendo al mundo en la oscuridad.
En Mesoamérica, el solsticio de invierno es el día del “sol colibrí”, es decir, el sol más pequeño, y se le asocia con el nacimiento de Huitzilopochtli, cuyo nombre significa “colibrí de la izquierda” o “sol del sur” (en la cosmogonía mexica, el sur es el lado izquierdo del mundo). También está asociado con Tlaltecuhtli, dios/diosa de la tierra debajo de la tierra, que se alimenta de sangre humana.
“Winter is coming” es la frase que resume en tres palabras la gran amenaza que se acerca por el norte de Westeros mientras sus reyecitos y dictadorzuelos se empeñan en matarse unos a otros para ver quién ocupa un incómodo taburete hecho de espadas. Bueno, pues… “Winter is here”.
“Don’t Look Up” es el título de una película llena de grandes estrellas que nos cuenta la historia de un cometa que nos va a caer encima mientras nos empeñamos en negar su existencia.
Es un buen día para morir. Para descender al inframundo como Perséfone, para cerrar los ojos y bañarnos en la oscuridad de un mundo sin Amaterasu.
Si acaso, nos brinda la oportunidad de confrontarnos con Tlaltecuhtli, la tiniebla. De mirar hacia adentro y ver cuáles son las sombras más profundas que nos habitan. Cuál es, parafraseando a Shakespeare, el “invierno de nuestro infortunio”, cuál es nuestro cometa personal: el que pende sobre nuestras vidas como espada de Damocles.
Porque si algo nos ha querido enseñar la historia universal, es que escondernos de lo que nos da miedo, hacer como si no existiera, minimizarlo o pretender que se trata del “menor de los males”, suele ser la peor elección. El peor enemigo del Bien no es el Mal, es la apatía, la indiferencia, el valemadrismo.
El Mal, la Oscuridad, la Tiniebla, la Muerte, no son enemigos: son catalizadores. No es sino cuando estamos plenamente conscientes de ellos que nos movemos a actuar.
Sólo cuando Amaterasu se esconde en su cueva, los demás dioses se dan cuenta de lo que han hecho y resuelven actuar para convencerla para que salga y vuelva a iluminar al mundo.
Sólo cuando Zeus ve la destrucción causada por el rapto de Perséfone se anima a convencer a su hermano Hades para que se la devuelva a su madre.
Sólo cuando estamos plenamente conscientes de que tenemos la opción de elegir entre la luz y la sombra, es cuando tenemos realmente el poder de elegir una u otra… y asumir con responsabilidad las consecuencias de nuestra elección.
Así que, la invitación de hoy es reflexionar sobre tu lado más oscuro. Ése que no quieres que nadie más conozca. Ése que incluso tú no quieres conocer sobre ti. Sólo así, conociendo los extremos de tu propia oscuridad, podrás conocer también los alcances de tu luz.
Cuéntanos cómo te fue en tu viaje a tu propio inframundo.
Chingona reflexión