Lo que elijamos en el próximo mes o dos cambiará el mundo durante años o incluso décadas. —Yuval Noah Harari
Donde sea que estés, estás viviendo días complicados. Todos lo estamos. Ya sea encerrados en casa, buscando la manera de hacer que todas estas horas sirvan para algo, o afuera, haciendo trabajos esenciales, duros y mal remunerados para llegar cansados a casa y tener que —en más de varios casos— soportar las sospechas y agresiones de aquellos a los que el miedo tiene más encerrados que el virus. O, en el peor de los casos, estás internado en un hospital, esperando y rezando porque todo esto acabe pronto.
No, no son días de fiesta en este mundo. Y pareciera que con cada fecha que nos echa encima el calendario, la desazón y la desesperación aumenta un peldaño más, y nos preguntamos: ¿hasta cuándo aguantará el jarro antes de romperse?
Quisiéramos que todo esto acabara ya, que pasara y nos dejara en paz para poder retomar la normalidad a la que tanto extrañamos ahora que la tenemos lejos. Y llegamos a sentir que todo está perdido.
¿Está todo perdido?
En realidad, la respuesta depende de cómo interpretes la pregunta.
Si por “todo” entiendes la manera en la que el mundo funcionaba hasta hace unas semanas, eso que llamamos “normalidad” y que muchos esperan que regrese lo más pronto posible, entonces te tengo malas noticias: todo está perdido. Las cosas no volverán a ser como eran. Nada funcionará como funcionaba antes. En ese sentido, el mundo que conocíamos se ha acabado.
Sorry. Sé que no es lo que muchos querían leer. No hay respuestas fáciles en estos tiempos.
Pero, si por “todo” entiendes todo aquello que no funcionaba, todos los problemas sistémicos de la realidad que nos hemos dejado construir encima, las limitaciones a nuestra propia capacidad creadora… entonces te tengo buenas noticias: todo está perdido. Tu zona de confort ha desaparecido y estás flotando en un océano desconocido, lleno de riesgos.
Y de posibilidades. Ésta es LA oportunidad que tienes para realmente demostrarte quién eres, quién naciste para ser.
Ponte a nadar. Y si crees que no sabes nadar, aprende como aprenden los bebés cuando los echan al agua. Nadan porque nadan. Y una vez que hayas aprendido a no hundirte, aprende a moverte de donde estás, de buscar una dirección, un punto en el horizonte. Ponte metas. ¿Quieres saber cómo? Aquí hay una guía sencilla —que no fácil— de seguir.
Y si por “todo” te refieres a las posibilidades de construir un futuro que valga la pena, entonces te tengo buenas noticias: nada está perdido. Al contrario: estos días son el momento para refundar el futuro. Para volver a pensar y diseñar aquello que por comodidad e inercia habíamos dado por sentado, pensando que tendríamos tiempo y oportunidad para llegar. Algún día. De algún modo.
¡No! No tienes tiempo. Lo que sí tienes es la oportunidad de ver al obstáculo, al OBSTÁCULO, por lo que es: una oportunidad y un camino, más que un estorbo. Por ahí en las redes circula un meme que le atribuye a Einstein la teoría de que el único crecimiento real posible es el que se da a través de las crisis. No sé de cierto si fue Einstein quien lo dijo, pero eso es lo de menos. Estoy convencido de que, efectivamente, las crisis nos hacen crecer porque nos arrancan de la placidez de la comodidad y del status quo para retarnos a elegir.
El obstáculo no te bloquea el camino. EL OBSTÁCULO ES EL CAMINO.
Hoy puedes elegir hacer una parada poderosa en tu vida y responderte una de las preguntas más sencillas de hacer y más difíciles de responder, sobre todo en circunstancias extraordinarias como la que estamos viviendo:
¿Y ahora qué?
Te invito a que te tomes en serio la respuesta a esa pregunta. Porque de ella dependerá lo que signifique esta pandemia para ti.
Y nos leemos la semana entrante.
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