A Jorge Volpi lo conocí por “Memorial del Engaño”, una novela que explora, quizás más a fondo que muchas otras, la figura del narrador poco confiable, es decir, el que le cuenta una historia al lector, pero la salpica de mentiras y de inventos que el lector deberá detectar, descubrir, desmentir. O no: bien puede quedarse satisfecho con creerle al mentiroso. A fin de cuentas, es lo que hacemos cuando leemos ficción: suspendemos nuestra brújula de la realidad para creernos las mentiras que nos cuentan.
El narrador poco confiable es un ente que desde siempre me ha fascinado: en mi propia “El Tercer Viaje a Barcelona”, lo uso para contar la historia, llena de mentiras y de inventos, de un protagonista que construye su propia ficción para que el dolor no lo vuelva loco.
Ahora que acabo de leer “Una Novela Criminal”, otra de Volpi y que ganó para él el Alfaguara de Novela en 2018, vuelvo a encontrarme con la figura de un narrador poco confiable. Lo amé desde el principio, desde que, en sus primeras páginas, anuncia que se trata de una “novela sin ficción”. ¡Tremendo y fascinante oxímoron!
A partir de la historia de Luis Vallarta y Florence Cassez, del famoso “montaje” de su captura y de la liberación de las personas que tenían secuestradas —o no— Volpi se echa un clavado en las decenas de miles de fojas que constituyen los expedientes, los argumentos legales, las entrevistas y deposiciones tanto de acusados como de víctimas —o no víctimas— entrevistas, registros noticiosos y un largo etcétera, para contarnos una historia en la que todo es verdad… y al mismo tiempo nada lo es.
Ahí está el genio de este libro: dice no aspirar a ser mucho más que un “recuento de los daños” o una crónica narrativa de un caso de 2005 que todavía hoy causa resquemor en el aparato de justicia mexicano, en los medios (hace apenas unos días vi a Ciro Gómez Leyva hablar muy, pero muy enojado, sobre la idea de que pudiera siquiera pensarse en la liberación de Vallarta) y más allá.
Pero es mucho más que un memorial, incluso que un “Memorial del Engaño”: dado que prácticamente todos los documentos que constituyen el gordo expediente del caso Vallarta-Cassez han sido editados, alterados, adicionados, manchados, purificados, improvisados y suplantados más allá de toda reconstrucción posible, la “no ficción” que contienen es, en realidad, ficción pura.
Luego de terminar de leer, no sabemos de cierto si Luis Vallarta y la francesa Florence Cassez fueron secuestradores despiadados o inocentes chivos expiatorios (aunque en el texto se respira una clara simpatía a su favor), o si Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino fueron justicieros agentes del orden o crueles y mentirosos torturadores (aunque al momento de escribir esto ambos se encuentren bajo proceso, el primero por corrupción y lazos con el narco; el segundo, precisamente, por torturador), si Isabel Miranda de Wallace y otros activistas, tanto mexicanos como franceses, son paladines defensores de las víctimas o estúpidas marionetas del poder en turno, o si los ministros de la Suprema Corte que dictaron la libertad de Cassez lo hicieron por un respeto elemental al debido proceso o por la seductora oportunidad de lucirse y de quedar bien con el presidente de Francia (aunque les cueste la simpatía del de México).
Porque la novela de Volpi no pretende despejar ninguna de esas dudas: al contrario, se alimenta de ellas, para hablar de otro tema: la relación misma entre verdad y mentira. Cito a Volpi: “Si la posverdad existe, tendríamos que imaginarla no como el ámbito donde los poderosos mienten, y ni siquiera donde mienten de modo sistemático, sino aquél donde sus mentiras ya no incomodan a nadie y la distinción entre verdad y mentira se torna irrelevante.”
Una afirmación que, a cuatro años de que “Una Novela Criminal” ganara el Alfaguara, es, si acaso, más relevante aún…
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