Walt Disney fue el primer loco en atreverse a producir un largometraje de dibujos animados. “Blancanieves y los Siete Enanos”, de 1937, se convertiría en el verdadero punto de origen de lo que hoy en día es la empresa de entretenimiento más poderosa del mundo.
¿Por qué eligió Disney a una princesa de cuento de hadas para hacer su primer largometraje animado? En ese tiempo era una idea demasiado arriesgada: Disney no pudo convencer a ningún banco a que le prestara dinero y tuvo que hipotecar su casa para realizarla. A sus espaldas, todos llamaban el proyecto como “la idiotez de Disney”. Muchos apostaban que la película lo arruinaría para siempre. ¿No hubiera sido mucho más fácil hacer, no sé… “Mickey Mouse en la Tierra de los Canguros” o algo así? ¿Por qué necear con hacer “Blancanieves”?
La respuesta sencilla es: Blancanieves era uno de sus cuentos favoritos.
Una respuesta un poco más compleja es: crear personajes animados “humanos” suponía un reto técnico enorme para él y su equipo, y Walt amaba los retos.
Una respuesta más complicada todavía es: Disney supo reconocer el valor comercial de una serie de películas basadas en cuentos de hadas que llenarían todos los cines de los Estados Unidos de familias enteras que comprarían boletos y palomitas.
Y hay una cuarta respuesta. Una más… digamos, truculenta. Pero para llegar a ella, primero un poco de trivia:
Mickey Mouse “nació” en 1928 y muy pronto destronó al Gato Félix como el rey de los dibujos animados (sí, mi tocayo tiene el honor de ser el primer toon de la historia). Hacer un largometraje con el simpático ratoncito habría podido suavizar un poco el miedo de los banqueros. Y no sólo eso: los animadores de Disney ya lo conocían, ya lo sabían dibujar.
Pero no tenían idea de cómo animar de manera realista a un ser humano.
Todavía hoy en día, en la gran mayoría de los dibujos animados las manos de las personas, por ejemplo, tienen cuatro dedos en vez de cinco, porque dibujar y animar una mano de cinco dedos es tremendamente complicado.
Pero Disney quería que todas las niñas se sintieran plenamente identificadas con Blancanieves. Que aprendieran de ella y soñaran con ser ella. Era algo que sólo se podría lograr si la animación era perfecta y realista. Para ello, decidió “entrenar” a su ejército de dibujantes y animadores con otra princesa.
Así como lo lees: Blancanieves no fue la primera “princesa Disney”. Hubo una antes.
Perséfone.
La hija de Zeus y Démeter está un buen día recogiendo flores para una guirnalda cuando frente a ella se abre la tierra y Hades, el dios del inframundo, la secuestra para hacerla su esposa (todo esto con el permiso de Zeus). Démeter, al enterarse de todo esto, cae en una depresión tan bárbara que olvida sus responsabilidades. Lo cual es grave, pues ella es la diosa de la agricultura y la fertilidad. En consecuencia, la vida en el mundo empieza a enfriarse. Las plantas mueren y los animales se esconden en cuevas para subsistir. En algunas versiones, incluso, Démeter le prohíbe a la tierra hacer que crezca nada hasta que no regrese su amada hija. Zeus, al darse cuenta de que la regó al permitir que Hades se llevara a Perséfone, convence a su hermano para que la devuelva. Hades acepta, pero antes de entregarla de vuelta a su madre, la convence para que coma unas semillas de granada. En consecuencia, Perséfone es obligada a regresar al inframundo durante la cuarta parte del año, lo que explica el invierno, y su regreso a la tierra la llena de vida, lo que explica la primavera.
El corto de Disney se llama “The Goddess of Spring” (La Diosa de la Primavera) y se estrenó en 1934. Si quieres verlo, lo puedes buscar en youtube, dura unos diez minutos. Es una versión muy sencilla de la historia del rapto de Perséfone, donde Hades es representado por un diablito de pastorela (no puedo sacarme de la cabeza la idea de que sirvió como inspiración para “Él”, el diablo drag de las Chicas Superpoderosas) y Perséfone como una rubia y estereotípicamente bella princesa que baila por el bosque, habla con los animalitos (salen también primeras versiones de Bambi y Tambor) y canta con los pajaritos. Igualita a… Blancanieves.
Casi. Sus movimientos todavía son raros. De repente, sus brazos parecen no tener huesos, y durante su permanencia en el infierno se la pasa sentada y llorando. En total, se trata de un corto bastante olvidable, pero sirvió su propósito: gracias a este primer ensayo, Walt y sus animadores tuvieron un punto de partida y pudieron, tres años más tarde, lanzar a Blancanieves directo al estrellato.
¿Y por qué Perséfone?
Porque Blancanieves ES Perséfone.
Verás: en teoría narrativa (en realidad, en psicología, que es donde están las bases de la teoría narrativa), hablamos todo el tiempo de arquetipos: patrones de personajes que nos sirven para poblar nuestras historias. Es por estos arquetipos que, por ejemplo, los villanos de telenovela tienen tanto parecido con los chicos malos del western y con los Darth Vaders del mundo: son el mismo arquetipo.
Y Perséfone es el arquetipo de casi todas las princesas Disney: lindas y jóvenes mujeres (niñas, realmente) llenas de inocencia, ilusión y optimismo, despreocupadas y sin interés por los problemas del mundo, que de hecho son incapaces de ver. Dependientes de alguien más para su felicidad: cuando algo malo les pasa, tienen que pedir auxilio o esperar a que llegue un gallardo príncipe a salvarlas. Sueñan con el amor y cuando lo encuentran, viven felices para siempre.
Por eso Perséfone. Por eso Blancanieves. Y Cenicienta. Y Aurora. Y Ariel. Y Bella. Y Jazmín. Y Pocahontas. ¡Vamos, no es sino hasta el 2009 que una princesa Disney tiene que ganarse la vida trabajando y sueña con algo más que casarse con el príncipe! Me refiero a Tiana, de “La Princesa y el Sapo”.
Sí, sí, ya sé. ¡La Bella y la Bestia! ¡Bella lee libros y es capaz de vencer por sí sola el hechizo que tiene atrapado al apuesto galán en el cuerpo de la Bestia! ¡Es una princesa feminista!
No. No lo es. Es Perséfone disfrazada. Consideremos la historia original en la que está basada. “La Belle et la Bête” es un cuento francés de 1740, creado para educar a las señoritas de sociedad a aceptar su destino (de ser casadas contra su voluntad con hombres mayores y de buena posición social) y asumir la responsabilidad de transformar a la bestia (dichos hombres mayores y de buena posición) en sus príncipes gallardos. Si lo logran, genial. Pero si no, si son humilladas, golpeadas, engañadas, etc., es su culpa. Básicamente: “mi cielo, o te aclimatas o te aclichingas.”
Sí, sí, ya sé. ¡Mulan! ¡Mulan salva, ella solita, a toda China de los Hunos! Sí. Pero para hacerlo tiene que renunciar a ser mujer. En sentido estricto de los arquetipos, Mulan es el gallardo príncipe y la princesa indefensa es… Li Shang, el capitán del ejército.
Sí, sí, ya sé. ¡Elsa! ¡Elsa es una mujer independiente, consciente de su poder y de su lugar en la historia! Y vaya que es poderosa: tanto que se obliga a exiliarse y a vivir en soledad para no dañar a los demás. ¿La lección? Si eres mujer y no quieres acabar sola en un castillito de hielo, más vale que aprendas a controlarte, porque si no, vas a causar puros destrozos.
Aquí está la parte truculenta del por qué Walt Disney se embarcó en la aventura de animar “Blancanieves”. En 1920, por primera vez en la historia de los Estados Unidos, las mujeres tuvieron el derecho al voto. Y para Disney (y muchos hombres), eso era señal de un peligro inminente: si las mujeres empiezan a salirse de sus cocinas, nadie va a poder volver a meterlas ahí. ¡El caos! Así que, desde niñas, hay que enseñarles a estas princesitas cuál es su lugar en la vida.
¿Por qué crees que lo primero que hace Blancanieves cuando llega a la casa de los enanos, es ponerse a limpiar?
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